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Un rasgo común en meditadores y yoguis experimentados es la evolución del comportamiento humano y la transformación significativa y saludable de la personalidad.
Una mente serena es fundamental para desarrollar un correcto entendimiento de las circunstancias y acontecimientos que experimentamos, una estabilidad meditativa que podemos desarrollar accediendo a aquellas técnicas y prácticas ancestrales de atención más idóneas para la personalidad y circunstancias de cada uno, capacitándose de este modo con medios hábiles para el desarrollo de una cognición válida. Distanciarse de los deseos y concederse la oportunidad de reflexionar sobre estos, anclados en el desarrollo de una ética en favor del bien común es el terreno para el fortalecimiento del pensamiento crítico y buen juicio en un camino de incerteza, dificultades y dudas.
Del aspecto altruista en el budismo destaca particularmente la tradición representada por el ideal de vida de los bodhisattvas, una forma de vida caracterizada por un claro compromiso social, donde el meditador laico tiene un destacado papel y protagonismo en el desarrollo de la sociedad.
Desde la perspectiva de esta tradición, el campo de entrenamiento no es un lugar aislado donde refugiarse definitivamente. Es un camino hacia la excelencia donde todos los aspectos mundanos son integrados y dominados dentro de límites razonables en el seno de la comunidad y proyecto social que nos acoge.
Las competencias generales y específicas que podemos encontrar en cualquiera de los entrenamientos mentales preservados por las diferentes tradiciones y escuelas budistas están formuladas con precisión en correspondencia con las diferentes etapas de aprendizaje en la meditación.
